Un paseo por el tiempo: ¿cómo una reforma del calendario hace más de 400 años cambió la forma en que contamos los días?
Hace más de cuatro siglos, una reforma del calendario revolucionó la forma en que los seres humanos contamos los días. En 1582, el papa Gregorio XIII implementó el calendario gregoriano, que reemplazó al calendario juliano utilizado desde la época de Julio César. Esta transformación cronológica no solo afectó la forma en que se organizaron los días, semanas y meses, sino que también tuvo un impacto significativo en la forma en que vivimos y trabajamos en la actualidad. En este artículo, exploraremos cómo esta reforma del calendario cambió la forma en que interactuamos con el tiempo y cómo sigue influyendo en nuestra vida cotidiana.
La reforma del calendario que cambió la forma de contar los días
La historia de la humanidad está llena de días marcados en rojo en el calendario, fechas que han dado forma al recorrido de nuestra especie. Sin embargo, hay diez días del siglo XVI que son recordados precisamente por no haber existido.
La pérdida de diez días: la historia detrás de la reforma del calendario gregoriano
El calendario gregoriano, también conocido como el calendario actual, rige nuestras vidas, pero no ha estado presente a lo largo de toda nuestra historia. De hecho, solo lo hace desde 1582, hace 442 años, cuando el papa Gregorio XIII lo introdujo como el sistema cronológico de referencia.
Antes de la reforma, el calendario juliano había estado vigente desde los tiempos de Julio César. Sin embargo, para 1582, cinco siglos después, planteaba un problema religioso. Según lo acordado en el Concilio de Nicea en el año 325, la Pascua debía conmemorarse el domingo siguiente al plenilunio posterior al equinoccio de primavera en el hemisferio norte. Sin embargo, con el paso del tiempo, la fecha del acontecimiento se había ido adelantando, lo que generó un desfase de 10 días.
La prioridad era hacer coincidir el calendario litúrgico con el calendario civil para ajustar el momento astral en el que debía realizarse la Pascua y poder reubicar así el resto de fiestas religiosas. La clave del desfase procedía del cálculo inexacto del número de días que dura el año, y para lo que el calendario juliano había establecido los años bisiestos cada cuatro.
Para evitar que esto se volviese a producir, se cambió la fórmula de los años bisiestos. Así, los años tienen 365 días y los bisiestos, 366. Estos se dan cada cuatro años a excepción de los múltiplos de 100. En esa excepción entró otra excepción: los múltiplos de 400 sí serían bisiestos aunque no les correspondiese.
La solución al problema principal fue simple: saltarse los 10 días de desfase. Así, el calendario pasó del jueves 4 de octubre de 1582 al viernes 15 de octubre de 1582. Diez días que nunca existieron y que, sin embargo, marcaron un gran cambio.
El cambio solo entró en vigor de inmediato en la mayor parte de Italia, España, Portugal, Lituania y Polonia. Después, el resto de países lo fueron adaptando: las zonas protestantes no lo hicieron hasta 1700, Gran Bretaña hasta 1753, Japón en 1873 y la Unión Soviética en 1918.
Como legado de este cambio, la Iglesia ortodoxa continúa celebrando la Navidad el 7 de enero (el 25 de diciembre del calendario juliano), algo que dejarán de hacer en 2100. Otras confesiones religiosas, como las iglesias armenia, copta, etíope, eritrea, asiria y siro-jacobita, mantienen el calendario juliano en la actualidad.
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