El secreto del pan asturiano: descubriendo el origen del pan artesanal típico de Asturias que es poco conocido fuera de la región

En el norte de España, en la región de Asturias, se esconde un secreto culinario que pocos conocen fuera de sus fronteras. El pan artesanal es un tesoro gastronómico que ha sido preservado durante siglos, transmitido de generación en generación, y que ha logrado mantener su esencia y autenticidad. Sin embargo, a pesar de su riqueza y sabor, este pan típico de Asturias sigue siendo un misterio para muchos. En este artículo, vamos a descubrir el origen de este delicioso pan, explorar sus ingredientes y técnicas de elaboración, y revelar los secretos que lo convierten en un auténtico tesoro gastronómico asturiano.

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El secreto del pan asturiano: descubriendo el origen del pan artesanal típico de Asturias

La boroña es un pan típico de Asturias hecho con harina de maíz y relleno de embutido. Fue allá por el siglo XVI que el maíz llegó a Asturias procedente de América, momento en el que comenzaron a proliferar los cultivos de este cereal en las zonas rurales, para soportar las largas jornadas en el campo. A partir de ahí nació la boroña o borona, que significa 'migaja' y que se elabora a base de harina de maíz con 'sorpresa'.

La boroña, un pan artesanal asturiano poco conocido fuera de la región

La boroña, un pan artesanal asturiano poco conocido fuera de la región

La borona es el pan típico de Asturias, que también se prepara en otras zonas del norte de España en las que no varía mucho la receta pero sí el nombre: burona en Cantabria, boroa en Galicia y artegi en el País Vasco. Al utilizar harina de maíz, esta hogaza de diferentes tamaños adquiere una textura densa y un peso considerable, más aún cuando va rellena de embutidos (antiguamente era el plato estrella de la cocina de aprovechamiento y se introducía aquello que se tenía a mano, en muchos casos el embutido de la matanza), principalmente chorizo y/o morcilla de cebolla.

El sabor dulce de la boroña

Al estar elaborada a base de harina de maíz, esta hogaza típica de la zona occidental de Asturias adquiere un sabor dulce muy característico, además de un color amarillo especialmente atractivo. Las mejores boroñas asturianas, como manda la tradición, deben estar hechas en horno de leña (desde ya mismo os decimos que en el horno de casa el resultado no es ni parecido).

Por lo que respecta a la textura, la boroña es crujiente por fuera y, puesto que es extremadamente contundente, podrás conservar lo que te sobre durante varios días en el frigorífico, siempre que tengas la precaución de meterla en una bolsa de tela transpirable.

Un producto tradicional casi desconocido en el resto de España

Más allá de los frixuelos, la venera o las fabes, existen productos típicos y artesanales en el Principado que apenas han salido de sus fronteras, y que se quedan para los lugareños como seña de identidad. Éste es el caso de este pan asturiano tan especial.

El maíz es la base de este tipo de pan tan consistente y dulce. La boroña, como explican en la página web de Turismo de Asturias es un pan elaborado a base de harina de maíz típico de Asturias. Tradicionalmente se horneaba cubierto por una hoja de berza, y también era frecuente rellenarla de chorizo, morcilla u otro embutido, denominándose en este caso boroña preñada, la más típica.

Cuestión de proporciones

La miga de la boroña es especialmente densa y compacta, aunque dependiendo de la proporción de harina de maíz, será más o menos consistente. Si además optamos por la versión 'preñada', tendremos ahí un plato único suficiente para saciarnos por unas cuantas horas.

Así se elabora la boroña asturiana

Si te animas a preparar este pan artesanal en casa, lo más importante es un correcto amasado de la harina con agua tibia, sal y azúcar y, en algunos casos para que no quede apelmazado, un poquito de levadura. Una vez tenemos la masa uniforme y de textura homogénea la moldeamos con forma redondeada y la cocemos en el horno.

Los pasos a seguir son los siguientes: vertemos el agua tibia y un poco de aceite en un recipiente. A continuación, vamos echando la harina, poco a poco, removiendo y añadiendo sal al gusto. Para finalizar, ponemos la levadura y trabajamos la masa con las manos durante diez minutos aproximadamente.

Una vez tenemos la masa en su punto correcto, la tapamos con un paño de algodón limpio y la dejamos reposar durante una hora en un lugar seco en el que no haya corrientes de aire. Transcurrido este tiempo recuperamos la masa y la trabajamos unos minutos para pasar a darle la forma redonda y dejando un hueco en su interior, que será donde metamos el embutido frito calentito.

Hay quien prefiere dejar la 'sorpresa' oculta cerrando el pan por encima. Para finalizar, la metemos en el horno previamente precalentado a 200º C para que se cueza. Una hora a 180º C es el tiempo medio estimado, aunque dependerá del tipo de horno que tengamos. Comprobamos que está cocida la masa introduciendo un palillo que debe salir seco.

En cuanto a la forma, no hay una ortodoxia estricta, aunque lo más habitual es que nos la encontremos en la panadería en forma de hogaza redondeada. Si no la rellenamos de embutido, está riquísima tal cual para mojar en el café del desayuno.

Laura Ramírez

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