La amabilidad inesperada: Una anciana de 74 años vende su casa y los nuevos dueños le ofrecen vivir con ellos, como si fuera su madre
En un mundo donde la indiferencia y la frialdad parecen ser la norma, surge una historia conmovedora que nos recuerda que la amabilidad y la empathía aún existen. Una anciana de 74 años, cansada de vivir sola en su hogar, decide vender su propiedad y empezar una nueva etapa en su vida. Sin embargo, lo que parecía ser un final triste se convierte en un final feliz gracias a la generosidad de los nuevos dueños de la casa, quienes le ofrecen vivir con ellos como si fuera su madre. Esta inesperada muestra de cariño nos llena de esperanza y nos hace reflexionar sobre la importancia de cuidar y apoyar a nuestros seres queridos.
La amabilidad inesperada: Una anciana de 72 años se convierte en 'madre' de una joven pareja
En la pequeña localidad francesa de Cossé-en-Champagne, en la región de Países del Loira, una historia de amabilidad y sorpresa ha conmovido a todos.
Maryline, de 72 años, llevaba 52 viviendo en una casa situada en esta localidad. Después de la muerte de su marido en 2018, decidió ponerla a la venta y, finalmente, en diciembre de 2022, consiguió venderla a Grégory y Jean, una pareja de 47 y 42 años.
Una casa con historia
La historia de Maryline está ligada a la casa, ya que su familia llevaba viviendo en esta granja desde el siglo XIX. Primero fueron inquilinos antes de convertirse en propietarios, ha indicado. A lo largo de generaciones, la propiedad ha pasado de madres a hijas: Mi madre nació en esta casa y mi abuela vivió allí, ha reconocido Maryline.
La pareja, residente en París, buscaba volver a sus raíces y llevaban tiempo buscando una casa con una serie de criterios muy específicos. Queríamos un terreno natural, un río, un entorno natural propicio para desarrollar una actividad agrícola independiente, explican.
Una sorpresa inesperada
Al ver la casa, supieron que su proyecto de naturaleza campesina estaba más cerca de hacerse realidad. Nos dijimos: está aquí, han confesado. La alegría de los nuevos propietarios por tener la granja de sus sueños contrastaba, sin embargo, con la tristeza de Maryline por dejar la casa de toda una vida y la presión por encontrar un nuevo hogar.
Pero la suerte le sonrió a Maryline, ya que Grégory y Jean no pensaban decirle gracias y adiós a la antigua dueña. Nos dijimos que había que pedirle que se quedara a vivir allí, prosiguen.
Una nueva familia
Dieciocho meses más tarde, los tres se han convertido en perfectos compañeros de vivienda. Hay espacio más que suficiente y en París estábamos acostumbrados a compartir alojamiento, aunque no fuera con mayores de 70 años, han asegurado.
Aunque la idea era darle tiempo para que busque y compre su casa, los nuevos dueños no tienen prisa por que Maryline se vaya. No nos pisamos, Maryline tiene su habitación y nosotros la nuestra. ¡Vamos de compras juntos y también comemos!, han admitido.
Para Grégory y Jean, la llegada de Maryline a sus vidas fue un gran factor de integración. Pudimos crear rápidamente una red de amistad y vecindad. Nos dio raíces, ha indicado Gregory.
La mujer, por su parte, les ayudó a entender la historia del lugar y ahora disfruta de esta nueva vida junto a sus dos compañeros de casa. Cuando nos hacemos mayores, solo vivimos con personas mayores; vivir con jóvenes cambia la vida, se ha sincerado.
Maryline reconoce que a sus amigos les cuesta entender este nuevo modo de vida al que ya se ha acostumbrado. Mis hijas son mayores que ellos, tengo dos hijos más, ¡eso es todo!, ha zanjado.
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