En un escándalo sanitario que conmociona al Reino Unido, más de 3.000 personas han sido infectadas con el VIH y la hepatitis tras recibir transfusiones de sangre contaminada. Esta tragedia ha generado una gran alerta en el sistema de salud británico, que ahora se enfrenta a la tarea de identificar y atender a las víctimas de esta catástrofe médica. La investigación está en curso para determinar las causas de este desastre, que ha generado un gran impacto emocional en las familias afectadas.
Tragedia sanitaria en Reino Unido: 30.000 personas infectadas con VIH y hepatitis tras recibir transfusiones de sangre contaminada
El Gobierno británico ha confirmado un escándalo de transfusiones de sangre contaminada que ha provocado más de 3.000 muertes y más de 30.000 infecciones con VIH y hepatitis C. La investigación, liderada por el exjuez Brian Langstaff, ha revelado que miles de personas fueron expuestas a riesgos inaceptables a sabiendas y que las autoridades encubrieron el escándalo durante décadas.
Según el informe, las transfusiones de sangre contaminada causaron más de 3.000 muertes y más de 30.000 infecciones con VIH y hepatitis C. Unas 1.250 personas con trastornos hemorrágicos se infectaron con VIH, y entre 80 y 100 recibieron transfusiones. Además, hubo infectados por hepatitis C, entre 3.650 y 6.250 en personas con trastornos hemorrágicos, y 26.800 en receptores de transfusiones.
El origen del escándalo
En los años 70, el Reino Unido introdujo un nuevo tratamiento contra la hemofilia que requería una gran cantidad de reservas sanguíneas. Esto obligó al país a importar sangre de Estados Unidos, donde los donantes recibían un pago por su sangre. El problema es que muchos de esos donantes estadounidenses eran de grupos de riesgo como drogadictos, trabajadores del sexo y presos.
La sangre contaminada con hepatitis C siguió usándose hasta 1991, dos años después de que el virus se identificara formalmente. La investigación concluye que la gente depositó su confianza en los médicos y en el Gobierno para que los mantuvieran a salvo, y esa confianza fue traicionada.
Responsables del escándalo
El exministro de Sanidad, Ken Clarke, es señalado como responsable de engañar a la gente sobre los riesgos de las transfusiones. Clarke, que hoy es Lord Clarke, dijo en 1983 que no había pruebas concluyentes de que el sida pudiera transmitirse a través de la sangre. Sin embargo, la investigación concluye que en 1982 había pruebas de que se producían infecciones a través de productos sanguíneos importados, por lo que las afirmaciones de Lord Clarke daban falsas garantías, carecían de franqueza y eran engañosas.
Las víctimas del escándalo han exigido una disculpa de Clarke y que no siga ocupando un escaño en la Cámara de los Lores. También se han presentado cargos por homicidio imprudente contra los hospitales y otras instituciones implicadas en la tragedia.
Indemnizaciones para las víctimas
El ministro John Glen ha anunciado que las víctimas recibirán indemnizaciones provisionales por valor de 210.000 libras (245.000 euros). Este dinero espera que empezará a pagarse antes de finales de año.
El primer ministro Rishy Sunak ha presentado sus disculpas en nombre de los sucesivos Gobiernos y de todo el Estado británico. A todos los niveles, las personas y las instituciones en las que depositamos nuestra confianza fallaron de la forma más desgarradora y devastadora, dijo.
Amanda Pritchard, actual directora ejecutiva del NHS inglés, también ha pedido perdón no solo por las acciones que condujeron a enfermedades que alteraron y limitaron la vida, sino también por no haber comunicado claramente, investigado y mitigado los riesgos para los pacientes de las transfusiones y los tratamientos; por la falta colectiva de apertura y voluntad de escuchar, que negó a pacientes y familiares las respuestas y el apoyo que necesitaban; y por el estigma que muchos experimentaron en el servicio sanitario cuando más necesitaban apoyo.
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