La Inteligencia Artificial ante el síndrome de Frankenstein: Es producto de la humanidad, no debemos temerla

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La Inteligencia Artificial ante el síndrome de Frankenstein: Es producto de la humanidad, no debemos temerla

En la era digital en la que vivimos, la Inteligencia Artificial (IA) ha generado un gran debate en torno a su capacidad para transformar nuestra sociedad. Sin embargo, junto con los beneficios que puede aportar, también se han suscitado temores y dudas sobre su capacidad para funcionar de manera autónoma y tomar decisiones que escapen a nuestro control. Este miedo se conoce como el síndrome de Frankenstein, en referencia a la novela de Mary Shelley en la que un científico crea un monstruo que se vuelve contra su creador. Pero, ¿realmente debemos temer a la IA? En este artículo, analizamos por qué la IA es un producto de la humanidad y por qué no debemos dejarnos llevar por el miedo y la desconfianza.

La Inteligencia Artificial, un producto humano: no debemos temerla, según una experta

La paleoantropóloga María Martinón, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), considera que la Inteligencia Artificial (IA) no jugará un papel fundamental en nuestra evolución biológica como especie, a diferencia de la comunicación a distancia, y defiende que no debemos de temerla pues es una creación humana.

La IA es un reflejo de nuestra inteligencia, no un rival, afirma la científica. La Inteligencia Artificial es un producto de la inteligencia humana y, por tanto, no tenemos que temerla, ha afirmado; ni debemos sentirnos amenazados por una herramienta sofisticada, cierto es, pero debería venir a facilitar muchas tareas habituales, sobre todo a hacerlas más rápidas.

La IA como herramienta al servicio del ser humano

La IA como herramienta al servicio del ser humano

Desde su experiencia profesional, Martinón no cree que la IA vaya a jugar ningún papel realmente definitivo en nuestro devenir como especie, en nuestra evolución biológica, al menos tal como está planteada actualmente, ni que vaya tampoco a desplazar a la inteligencia natural. En la investigación científica, la Inteligencia Artificial ya se está utilizando como herramienta que asiste a los investigadores y Martinón reconoce que jugará un papel todavía mucho más grande en el futuro, pero nunca podrá competir con la creatividad humana que requieren las investigaciones.

La creatividad humana es insustituible. En un ámbito como el nuestro -estudio de la evolución humana- en el que tenemos que plantearnos preguntas que requieren no solo de inteligencia sino de creatividad, seguirá preponderando la inteligencia natural, pues el ser humano siempre hará preguntas y propondrá alternativas más creativas.

El verdadero riesgo: la comunicación a distancia

La paleontóloga pone el foco en otro tipo de desarrollos tecnológicos que sí han tenido un gran impacto en nuestra evolución como especie aunque seamos menos conscientes. Habla de la comunicación a distancia, y en general a las nuevas formas de comunicación, que han permitido desligarnos de la presencia física y han abierto un nuevo mundo de posibilidades pero alterando y empobreciendo las relaciones humanas, además de generando riesgos que pasan más desapercibidos.

La comunicación a distancia altera la naturaleza social de nuestras comunicaciones. Ahí es donde yo a lo mejor sí veo más riesgo. Nos hemos acostumbrado a comunicarnos desentendiéndonos de una parte fundamental para la empatía que es la presencia física, ha indicado, de la capacidad de leer algo más que las palabras o de presentarnos en 140 caracteres.

La evolución biológica del ser humano

La directora del CENIEH afirma que el ser humano sigue y seguirá evolucionando biológicamente, tal vez de una manera menos vistosa o espectacular de lo que la ciencia ficción no ha hecho esperar, menos visible en nuestra apariencia física. Los cambios en nuestro sistema inmune muestran esa constante evolución, la capacidad de la especie de responder y adaptarse a nuevas amenazas biológicas, el desarrollo de enfermedades, la aparición de tolerancias, intolerancias o alergias.

La evolución tecnológica y cultural amortigua la selección natural. Esa idea que teníamos de que nuestros cerebros iban a seguir aumentado no tiene sentido económicamente, ha apuntado, pues no se puede perder energía en cosas que no son necesarias, y lo que la especie necesita ahora es un cerebro potente pero que consuma menos, y “tenemos muchas memorias externas para descansar”.

La naturaleza humana es positiva

La paleontropóloga es optimista en cuanto al ser humano. En esencia, nuestra naturaleza es positiva. Nuestro instinto y nuestra naturaleza son predominantemente sociales y compasivos, y aunque es cierto que somos una especie con un componente de violencia importante, es menor de la que nos correspondería como primates y no es la violencia la que nos caracteriza.

La violencia se puede modular a través de la cultura. Nos hemos especializado en matar, a través de la tecnología, de forma masiva y a distancia, anulando la empatía, uno de los mecanismos de inhibición de la violencia, ha lamentado, de ahí que los humanos necesitemos de una autoevalución y una autocrítica constantes.

Jorge Vidal

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